Alfonso Iturra
Alfonso Iturra
Alfonso Iturra
Conocí a Alfonso Iturra hace algún tiempo atrás en una agencia de publicidad.
Era el primer día de trabajo en ese lugar, y él, como director de arte, fue el encargado de ponerme al tanto de lo que se estaba haciendo. Lo primero que me llamó la atención fue que al lado de su tablero había un bajo eléctrico y un poco más arriba una fotografía de “Jaco Pastorius”, lo que inmediatamente trasladó la conversación hacia una pasión que ambos compartíamos: “La música”. Yo algo más rockero y Alfonso bastante más jazzero y funkero, pero ambos diseñadores, bromistas e inquietos.

Al poco tiempo compartíamos diariamente una mesa de café en donde organizábamos idas a conciertos, intercambiábamos datos, música, compartíamos con músicos, y con otros amigos con ideas no muy comunes como nosotros.
Pero había otra pasión que me tocó compartir, algo que se iba convirtiendo en una especie de fijación: Desarmar el maldito bajo eléctrico, pelarle la madera, cambiarle el cuerpo, rediseñarle el brazo, potenciarlo. En realidad Alfonso no era nuevo en esto. Había fabricado su primer bajo a los 16 años con la intención de aprender a tocarlo y desde ahí boceteaba mentalmente nuevos diseños de cuerpos y nuevas formas de ensamblaje. Su natural inquietud de diseñador lo llevó a investigar y probar con distintas maderas, en un proceso empírico, eso se sumaba a su experiencia en el manejo de computadores y softwares gráficos, los cuales aplicaba y utilizaba en sus proyectos de bajos.
Yo comencé a darme cuenta de que era el privilegiado espectador de un nacimiento y crecimiento. Algo grande resultaría de todo esto, de todos los bocetos en servilletas de papel, de todas las cuerdas hervidas para templarlas un poco más, de todos los trozos de madera golpeteados con veneración para sentir su vibración.

Luego vendrían los primeros resultados: Bajos de 4 cuerdas, de 5 cuerdas, de 6 o más cuerdas, de una pieza, de dos piezas, desarmadas, vueltas a armar, pintados, sacados, lijados, fretless, entrastados…
20 años después de su primer intento, Alfonso fabricó su primer bajo a pedido para un músico y el resultado fue tan bueno que la voz comenzó a correrse entre los bajistas. Los “Iturra Bass” comenzaron a ganar prestigio y su oficina comenzó a ser frecuentada por músicos que querían tener un ejemplar en sus manos. Una de sus ventajas es que si desea un sonido especial, Alfonso trabaja muy cerca del músico para alcanzar aquel timbre. Hoy en día, ni Alfonso ni yo trabajamos en publicidad. Él se transformó en luthier y yo en empresario turístico.
Pero algo quedó de esa época, aparte de una gran amistad; si voy a un concierto de jazz y el bajista no toca bien, me levanto y me voy de la sala.
Leonardo Silva Arenas
Alfonso Iturra